El Conjunto Monumental Mezquita-Catedral de Córdoba resume como pocos nuestra identidad. La complejidad de la historia muestra aquí una de sus manifestaciones más bellas. Un edificio vivo en el que se integran, visiblemente, las capas históricas pertenecientes a diferentes culturas y civilizaciones
Lampadio, Agapio y Eleuterio
Lampadio (+549), Agapio (ante 589- c.591) y Eleuterio (591-post 597) son los obispos que se suceden en Córdoba durante la segunda mitad del siglo VI, en el periodo cronológico que coincide con la datación de los vestigios pertenecientes al complejo basilical de San Vicente. El testimonio de su presencia resulta de sumo interés para constatar la existencia de la sede episcopal que fundara Osio, de una administración diocesana y de una “Domus episcopalis”. En lo que respecta a Lampadio se conserva su lápida sepulcral, expuesta en el Museo Arqueológico. Mientras que, en referencia a los obispos Agapio y Eleuterio, conocemos su asistencia al III Concilio de Toledo.
Abderramán I
Miembro de la dinastía omeya y nieto del califa Hixem de Damasco, logra escapar de los abasíes hasta recalar en la península ibérica. Su periplo en Córdoba se inicia con la conquista de la ciudad tras el triunfo en la batalla de al-Musara, el 14 de mayo del año 756. En ese mismo año, al declarar el Emirato independiente de Córdoba, se convierte en el primer emir del al-Ándalus. La demanda del culto musulmán, inicialmente acogido en la antigua basílica de San Vicente, le obliga a que los esfuerzos del final de su vida se centren en la construcción de la mezquita Aljama. De cualquier modo, en esta decisión no sólo interviene una motivación religiosa, sino también política, como manifestación del poder del emirato de Córdoba.
Abderramán II
Hijo de Alhakén I, su gobierno del al-Ándalus, comprendido entre los años 822 y 852, no sólo resulta atractivo desde una perspectiva política sino también desde una dimensión cultural. La Córdoba de estos momentos adquiere una imagen de corte majestuosa que se proyecta en el panorama internacional, convirtiéndose además en un referente de las artes y las letras. Bajo su emirato se acometen importantes obras civiles, referentes al recinto amurallado y a la infraestructura hidráulica. De todos modos, su legado material más visible se percibe en su intervención en la mezquita cordobesa a través de la primera de las ampliaciones.
Abderramán III
Abderramán III se proclama califa, instituyendo así el Califato de Córdoba en el año 929. La ciudad alcanza un apogeo que se manifiesta desde un punto de vista social, económico y cultural. Asimismo, la capital cordobesa se convierte en el enclave desde el que surgen importantes relaciones comerciales de carácter internacional. Sin lugar a dudas, su gran empeño se centra en la edificación de la ciudad palatina de Medina Azahara, residencia del califa pero también sede de su administración. Además, como era de esperar, también interviene en la Aljama de Córdoba. Su aportación en este recinto sagrado consistirá en la construcción del gran alminar y de la fachada del oratorio que se proyecta hacia el patio.
Alhakén II
Sucede a su padre Abderramán III en el año 961. Más allá de sus ocupaciones políticas, las fuentes se refieren a él como una persona muy religiosa que mostraba una importante inquietud por la cultura, como se demuestra con la creación de la biblioteca más importante de Occidente, dotada de más de 400.000 volúmenes. Desde un primer momento, ante el increíble aumento de la población cordobesa de confesión musulmana, aúna sus esfuerzos para emprender la ampliación de la mezquita, aportando la intervención de mayor riqueza y calidad plástica. También reformó el alcázar califal y realizó importantes contribuciones en la mejora de la infraestructura de la ciudad.
Almanzor
El temprano fallecimiento de Alhakén II situó al frente del poder del califato al príncipe Hixem II, que por aquel entonces contaba con once años de edad. Esta situación sería aprovechada por Almanzor, que hasta entonces había desempeñado importantes cargos en la administración califal. Tras un periodo en el que ejerce como tutor del príncipe, en el año 978, su estrategia y ambición lo llevan a nombrarse yahib, designación que le permite imponer su autoridad de manera absoluta. A lo largo de su vida participa en numerosas campañas militares victoriosas, aunque más allá de su faceta militar, supo ampliar la Mezquita de Córdoba hasta otorgarle la configuración espacial que hoy conocemos.
Enrique de Arfe
El platero de origen alemán es, sin lugar a dudas, uno de los primeros artistas que introduce un nuevo lenguaje plástico en la ciudad de Córdoba. Enrique de Arfe recibe el encargo del Cabildo Catedral para la ejecución de la Custodia procesional del Corpus Christi, conociéndose que en el año 1514 ya se encontraba trabajando en ella. Además, se le atribuye la Cruz procesional del arcediano Simancas.
Obispo Íñigo Manrique
A él corresponde la construcción de la nave gótica, que supone la primera gran obra de adaptación al culto cristiano del antiguo oratorio musulmán. Otro de los testimonios de su aportación al edificio es la Cruz procesional que se conserva en el Tesoro Catedralicio. Su memoria también se materializa en dos inscripciones que se localizan en el recinto. De un lado, la que refiere la existencia de su enterramiento en el crucero, bajo el órgano de la Epístola, y de otro, la que se encuentra en una de las campanas del cuerpo de reloj de la Torre-Campanario.
Obispo Alonso Manrique
Su principal contribución fue la iniciativa de la construcción de la nueva capilla mayor. Las obras, dirigidas por el maestro mayor Hernán Ruiz I, fueron iniciadas en 1523, como nos recuerda una inscripción situada en uno de los arcos del crucero. El desarrollo del proyecto presenta diversos avatares históricos y se prolongará a lo largo del tiempo. El legado del obispo Manrique perdura también en una de las campanas de la torre. Asimismo, su escudo puede ser contemplado en la capilla de San Clemente.
Pablo de Céspedes
Este humanista y pintor del Renacimiento, ejerce el cargo de racionero de la Catedral desde el año 1577 hasta 1608. Su criterio estético se hace patente en las obras que se encargan en este periodo de tiempo. Por otro lado, en su faceta como pintor, destaca la ejecución de la Santa Cena, aunque además se le atribuyen el Bautismo de Jesús de la capilla del Espíritu Santo y las pinturas del retablo de la capilla de Santa Ana. Su enterramiento se localiza en el mismo Conjunto Monumental, en las proximidades de la capilla de la Conversión de San Pablo.
César Arbasia
Es muy probable que en la elección de este pintor italiano, para la decoración de la capilla del Sagrario, interviniera Pablo de Céspedes. Ambos trabajan conjuntamente en Roma, en las pinturas de la capilla Bonfili de la Iglesia de la Trinidad del Monte. Por su parte, en el Sagrario de la Catedral cordobesa, César Arbasia despliega un completo programa pictórico centrado en los mártires cordobeses. De forma previa, también trabajará en el templo mayor de Málaga, interviniendo en su capilla mayor y en la de la Encarnación.
Obispo Francisco Reinoso
No es casual que el escudo de su episcopado se localice en la bóveda del coro, ya que nos encontramos ante uno de los prelados que dio un nuevo impulso al proyecto constructivo catedralicio. Poco después de llegar a la sede, visitó la nueva fábrica y solicitó la opinión de Diego de Praves, arquitecto de la catedral burgalesa. Más tarde, la conclusión de las obras sería encargada a Juan de Ochoa. Posiblemente corresponda también al obispo Reinoso la definición del programa iconográfico de la bóveda coral. Su aportación también se hace manifiesta en la configuración del patio, en el que introduce un concepto innovador de jardín que hace, que a partir de este momento, se le denomine “de los Naranjos”.
Obispo Diego de Mardones
Bajo su gobierno de la diócesis, se finaliza la nueva capilla mayor y el crucero, tal y como se recuerda en la inscripción de uno de los arcos de su lado meridional. Pero además, la Catedral recibirá otra aportación fundamental de parte de Mardones, al producirse la donación de 50.000 ducados con destino al retablo mayor. En agradecimiento, el Cabildo le cede un enclave de este espacio para su enterramiento, visible en la figura orante tallada por Juan Sequero de la Matilla. Otro testimonio de su episcopado se concreta en la suntuosa Cruz procesional del obispo Mardones, realizada por el platero Pedro Sánchez Luque y expuesta hoy en el Tesoro.
Antonio del Castillo
El máximo representante de la pintura barroca en Córdoba guarda, a lo largo de su vida, una estrecha relación con la Catedral. Esta vinculación se manifiesta también desde una perspectiva personal, dado que incluso llega a recibir bautismo y matrimonio en la Parroquia del Sagrario. Su aportación plástica se concreta en las siguientes obras: San Acisclo, Martirio de San Pelagio, Retablo pictórico de Nuestra Señora del Rosario, Virgen Inmaculada con San Felipe y Santiago el Menor, Inmaculada Concepción del Altar de Santa Marta, San Felipe y Santiago el Menor, Negación de San Pedro o la Inmaculada Concepción del Tesoro de la Catedral.
Antonio Palomino
Su aportación se concreta en la realización de las cinco pinturas del retablo mayor, contratadas en el año 1713. Nos referimos a los lienzos de Nuestra Señora de la Asunción, San Acisclo, Santa Victoria, San Pelagio y Santa Digna. También corresponden a su autoría las tres obras de gran formato que se encuentran en la capilla de Santa Teresa: Martirio de los santos Acisclo y Victoria, Aparición de San Rafael al padre Roelas y Entrega de Córdoba a Fernando III el Santo.
Pedro Duque Cornejo
El escultor sevillano, tras la ejecución de un modelo de silla en tamaño natural, gana el concurso que le posibilita la ejecución de la sillería de coro. Con fecha de 31 de octubre de 1747 se produce la firma del contrato. Se le designa, por tanto, maestro y director de una obra, que se prolongará hasta su fallecimiento, el día 3 de septiembre de 1757, dos semanas antes de la inauguración. Su entrega en la creación de la sillería se sucedió hasta el final de su vida, por lo que el Cabildo oficia un solemne funeral y decide darle sepultura a los pies del coro, como recuerda una inscripción funeraria.
Damián de Castro
El más prolífico de los plateros cordobeses del siglo XVIII, será nombrado maestro mayor de platería de la Catedral en el año 1752. Durante el periodo que comprende su oficio realiza piezas de interés que hoy pueden ser vistas en el Tesoro. Destacan obras como el Arca eucarística del Jueves Santo, las Crismeras, las esculturas de la Virgen de la Candelaria y San Rafael o el Cáliz del obispo Delgado Venegas. En el desempeño de su cargo también restaurará la Custodia del Corpus Christi de Enrique de Arfe.
Ricardo Velázquez Bosco
Este arquitecto de origen burgalés será el encargado de efectuar las restauraciones llevadas a cabo en el edificio desde su declaración como Monumento Nacional. Seguidor de los planteamientos de Viollet le Duc, interviene en enclaves tan diferentes como la Puerta de los Visires o la Capilla de Villaviciosa. Asimismo, en colaboración con Mateo Inurria, ejecuta la cubierta actual y sustituye el pavimento por uno de mármol de Macael.
Félix Hernández
Durante la década de los años treinta del siglo XX se encarga de las diversas investigaciones arqueológicas que tienen lugar en el recinto de Abderramán I, con el objeto de extraer mayor información sobre la Basílica visigoda de San Vicente. Asimismo, rebaja el nivel del suelo de la mezquita fundacional para dejar a la vista las basas de las columnas y desarrolla labores de mantenimiento en las techumbres.
Línea de tiempo
SIGLO VI
Este espacio arqueológico estaría conformado por distintos edificios entre los que destacaría la Basílica visigoda. Algunos de sus vestigios son visibles en la zona expositiva de San Vicente
SIGLO VIII
El culto islámico requiere de un nuevo espacio. Se construye el primitivo oratorio musulmán, que sigue un esquema basilical y que se estructura en once naves perpendiculares al muro de quibla
La necesidad de llamar a la oración se materializa en la construcción de un alminar, el primero de al-Ándalus. El hallazgo y estudio de su cimentación han posibilitado conocer su ubicación, a unos diez metros al sur de la actual torre
SIGLO IX
El incremento demográfico obliga a ampliar el espacio de la mezquita. Siguiendo el esquema original, se añaden ocho nuevas naves hacia el sur. Al mismo tiempo, el patio de abluciones es ampliado
SIGLO X
Se construye un nuevo alminar, que según las fuentes alcanzaría los 47 metros de altura. Sirve como referente para los minaretes de Sevilla, Rabat y Marrakech. Parte de sus vestigios se siguen conservando en el interior de la actual Torre
Es el testimonio material del esplendor del Califato de Córdoba. Su intervención no sólo se concreta en la ampliación de la sala de oración, sino además en la construcción de las nuevas maqsura y quibla. Todo ello bajo una estética de gran plasticidad y riqueza
Ante la imposibilidad de seguir construyendo en dirección sur por la proximidad del río, se opta por ampliar el oratorio hacia el lado oriental, para crear así un espacio rectangular y proporcionado. Por ello, también se amplía el patio, dotándolo de un aljibe y de un pabellón de abluciones
SIGLO XII
El ejército cristiano accede a la Villa. Don Raimundo, arzobispo de Toledo, acompañado del rey Alfonso VII, celebra la Santa Misa en la Aljama de la ciudad
SIGLO XIII
Se produce la consagración al culto católico. En el gran lucernario de Alhakén II se dispone la primitiva Capilla Mayor, que el 29 de junio de 1236 acoge la misa de Dedicación de la Catedral
SIGLO XIV
Este espacio de planta cuadrangular, de estética mudéjar, albergó la sepultura de los monarcas Fernando IV y Alfonso XI. En el año 1736, sus restos mortales fueron trasladados a la Colegiata de San Hipólito
SIGLO XV
Nos encontramos ante la primera gran intervención cristiana que se desarrolla en el edificio. Ocupando seis naves de la ampliación de Alhakén II, se erige esta nave de trazado basilical, con orientación hacia el este y cubierta de armadura de madera a dos aguas
SIGLO XVI
El obispo Alonso Manrique encarga la construcción del crucero catedralicio a Hernán Ruiz I, quien plantea un espacio de planta de cruz latina de tres naves. A él corresponde la edificación de los muros del coro hasta los ventanales y de las bóvedas góticas del costado sur del coro y de la sacristía
Su mal estado de conservación propició que se acordara su reedificación según el proyecto de Hernán Ruiz III. El arquitecto envuelve el antiguo alminar bajo un grueso muro y construye el cuerpo de campanas
El obispo Francisco de Reinoso plantea un concepto de patio-jardín, distribuido en tres cuadros que se encuentran configurados a través de calles. Éstas albergan las diferentes especies vegetales, entre las que destacan los naranjos, los cipreses y las palmeras
SIGLO XVII
El maestro mayor Juan de Ochoa cubre el crucero con una bóveda oval que descansa sobre pechinas. Mientras que en el espacio del coro idea una bóveda de cañón compartimentada en lunetos
Su ejecución parte de la iniciativa del obispo Diego de Mardones, quien confía en el trazado manierista del jesuita Alonso de Matías. Se estructura en banco, cuerpo principal de tres calles y ático. La obra es culminada en 1713, con el encargo de las pinturas a Antonio Palomino
SIGLO XVIII
La maestría del escultor Pedro Duque Cornejo hace posible la talla de una de las mejores sillerías del territorio español. En este conjunto se conjugan, a la perfección, la plasticidad del relieve y la riqueza del programa iconográfico
SIGLO XIX
Los mosaicos del mihrab, ocultos hasta este momento bajo el retablo de la antigua capilla de San Pedro, son restaurados por Furriel. Aplica teselas de cristal con base de color que crean motivos vegetales fácilmente distinguibles de los originales
La labor de Velázquez Bosco se centra en la recuperación del legado islámico. Entre las acciones que emprende destaca el desmontaje de la bóveda barroca y de los retablos situados en la capilla de Villaviciosa
A través de la Real Orden de 21 de noviembre de 1882 se declara "Monumento Nacional" a la Santa Iglesia Catedral de Córdoba. Esta mención se alcanza atendiendo a la importancia histórica y artística de esa iglesia, según se manifiesta en el propio decreto
SIGLO XX
Félix Hernández desarrolla una serie de excavaciones arqueológicas en diferentes enclaves del edificio. Los espacios de la mezquita fundacional o del Patio de los Naranjos fueron algunos de los ámbitos en los que emprendió esta actuación
El día 2 de noviembre de 1984, la UNESCO declara “Patrimonio de la Humanidad “ a la Mezquita-Catedral. Esta distinción se realiza en base a cuatro criterios fundamentales: representar una obra maestra del genio creativo humano, ser la manifestación de un intercambio considerable de los valores humanos, aportar un testimonio único de una tradición cultural y ser ejemplo sobresaliente que ilustra una etapa significativa de la humanidad
Se inicia la restauración de la torre catedralicia que integra los restos del antiguo alminar musulmán. Este proceso culminará en noviembre del año 2014, con su apertura a la visita turística
SIGLO XXI
En este periodo se desarrolla una labor de restauración integral que abarca puntos como la cubierta del coro, el interior de las bóvedas, sus muros y sus arcos. El proyecto se ejecuta bajo la dirección de los arquitectos conservadores Gabriel Ruiz y Gabriel Rebollo
En junio del año 2014, la UNESCO ratifica su declaración de Patrimonio de la Humanidad con la concesión de la mención de “Bien de Valor Universal Excepcional”, reconociendo que el uso religioso del templo ha asegurado la preservación del monumento