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08.01.24

Manuel González Muñana, “adelantado” del Ecumenismo

La noticia del fallecimiento del sacerdote Manuel González Muñana, sorprendía a los cordobeses el pasado 2 de enero, por ser persona muy conocida y valorada tanto en el ámbito eclesiástico como pastoral y social. Había nacido en la localidad salmantina de Rollan, el 2 de enero de 1941, y fue ordenado sacerdote el 24 de junio de 1964. Llegó a Córdoba a finales de la década de los años sesenta, con un extenso “curriculum” de formación teológica, incorporándose de inmediato a las tareas pastorales y docentes, primero como párroco de la parroquia de Nuestra Señora de Belén, de la capital cordobesa, y posteriormente, como párroco de la parroquia de la Inmaculada y san Alberto Magno, en Ciudad Jardín.

La diócesis de Córdoba despedía a Manuel González Muñana, canónigo emérito de la Santa Iglesia Catedral, el pasado 3 de enero, con el funeral presidido por el obispo de la Diócesis, monseñor Demetrio Fernández, y concelebrado por miembros del Cabildo y otros sacerdotes. En la homilía, el prelado puso de relieve la vida ministerial de González Muñana, destacando su formación, doctor en Teología, y haber sido tambien “adelantado en Ecumenismo”, no sólo como delegado regional para Andalucía durante más de treinta años, sino participante activo en la Comisión Episcopal de Ecumenismo, de la Conferencia Episcopal Española, y profesor del Centro de Ecumenismo, de Madrid.

El obispo quiso dibujar tambien en sus palabras el perfil de un “sacerdote entregado a su ministerio, desde sus parroquias y en su época de Vicario episcopal de la Ciudad, con múltiples iniciativas, tanto en el campo de la formación de los fieles, creando un Instituto parroquial de formación religiosa, y un Centro Bíblico en la Inmaculada y san Alberto Magno, sino a través de las asambleas de fieles y de un Concilio parroquial, que presagiaba los horizontes de una “Sinodalidad” que se vive en la Iglesia universal, en estos momentos. Asimismo, monseñor Demetrio Fernández, en su homilía, quiso destacar de forma especial “la importancia de un sacerdote fiel a su misión, como arma de apostolado”. El obispo enurmeró tambien algunas de sus publicaciones, especialmente los libros dedicados a hablarnos del Ecumenismo y de las diversas relgiones.

Compañero cercano, con un profundo sentido fraternal de la historia, González Muñana impulsó siempre la participación de todos en sus afanes pastorales parroquiales, consciente de que el “espiritu comunitario” incluye siempre cercanía, escucha atenta, trato cordial, apertura a los valores del reino de Dios, que han de implantarse con ilusión y encanto en la sociedad a la que pertenecemos.

González Muñana impulsó especialmente en su parroquia de la Inmaculada, donde estuvo tantos años como párroco, unos cultos litúrgicos transidos de una espiritualidad enlazada con el Evangelio, al calor siempre de la Palabra de Dios, que tan bien supo explicar y desarrollar por su preparación teológica y su conocimiento de las religiones.

El querido compañero y amigo se nos ha ido en silencio, a la Casa del Padre, de la que él tantas veces nos habló en sus libros sobre la Sagrada Escritura y sobre la Iglesia, sobre el Ecumenismo y los horizontes de un auténtico cristianismo, llamado a transformar el mundo “de salvaje, en humano; de humano, en cristiano; y de cristiano, en santo”.

Descanse en la paz infinita del regazo de Dios.

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